Juan 4:46-54
Vino pues Jesús otra vez a Cana de Galilea donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey cuyo hijo estaba enfermo.
Este cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogo que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir.
Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis.
El oficial del rey le dijo: señor desciende antes que mi hijo muera
Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.
Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive.
Entonces él les pregunto a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: ayer a las siete le dejo la fiebre.
El padre entonces le entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa.
Esta segunda señal hizo Jesús cuando fue de Judea a Galilea
Las necesidades
La ciudad de Capernaum está a unos 30 kilómetros de Cana, a orillas del mar de Galilea. En aquel tiempo casi todos los viajes se hacían a pie, esta jornada era algo corriente. Este hombre era un oficial del rey. Él había oído acerca de los milagros de Jesús, tales como el de las bodas de Caná donde convirtió el agua en vino, por lo cual decido venir a él con su necesidad. Su hijo se encontraba muy enfermo. No se nos dice cuál era la enfermedad que tenía al muchacho al borde de la muerte, pero si entendemos que era algo grave. “Le rogo que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir” (versículo 47). La necesidad que había en la vida del muchacho era urgente, pero igual era la necesidad que había en el alma de este oficial del rey. El solo había había oído hablar de los milagros realizados por Jesús. Quizás ya había visto personalmente al maestro; por lo menos sabemos que no era uno de los seguidores. Dios estaba utilizando la enfermedad del joven como un medio para llegar al corazón del padre. Es probable que Dios este utilizando alguna enfermedad para enseñarnos una lección que quizás no podríamos aprender de otra manera. Muchas veces Dios tiene que hacer uso de algo para atraer nuestra atención y hacer que comprobemos la necesidad de sentir su presencia en nuestra vida.
Aceptando la palabra de Cristo
Muchas veces estamos más interesados en las obras y el poder de Dios que en buscar a Dios mismo.
¿Qué es una señal? Es algo que Dios usa para encaminar a la gente a Jesucristo. ¿Qué es un prodigio? Como se percibe en versículo 48, es un evento espectacular. La respuesta de Cristo al oficial del rey parece ser un reproche demasiado fuerte. Pero la verdad es que el Señor estaba haciendo que este hombre reflexionara sobre su verdadera necesidad. ¿Estaba él buscando la realidad de la presencia y el poder de Jesucristo o solamente le interesaba encontrar una solución a su problema?
Jesús deseaba llamar su atención a si mismo más que a la necesidad que embargaba su corazón. En el versículo 49 se registra una distinción en la fraseología utilizada por este angustiado padre. En el versículo 47 él usó el nombre uhion (hijo) al referirse a su hijo agonizante. Con este término declaraba la relación natural del muchacho con su padre y también exaltaba su dignidad. En cambio en el versículo 49 el hombre usó la palabra paidion (niño) que es una expresión equivalente a “mi criatura”. La declaración del oficial podría parafrasearse de la siguiente manera: “Si tu no vienes conmigo, mi hijito tendrá que morir” esta clase de fe urgente es la que abre la puerta para que Cristo obre los milagros.
Muchas veces nos sorprende la sencillez con que Dios obra. “Ve, tu hijo vive”. Esta palabra de Cristo fue suficiente para que sucediera el milagro. Las palabras del apóstol Pablo en la epístola a los romanos enfatizan la conexión que existe entre el poder de Dios y su palabra “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17)
Recibiendo los resultados de la fe
La fe jamás puede estar separada de la obediencia. Santiago lo expreso de la siguiente manera: “Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe tu fe sin tus obras, y yo te mostraré i fe por mis obras” (Santiago 2:18). Este oficial del rey creyó la palabra que Jesús le dijo con relación a la sanidad de su hijo. El demostró su fe al emprender el viaje de regreso a su casa. El dejo de suplicarle al maestro que fuera a sanar a su hijo. Acepto la respuesta de Jesús y creyó que la sanidad estaba hecha por la palabra dicha por el Señor.
Mientras iba en camino a su casa, sus sirvientes salieron a recibirle con muy buenas noticias diciendo: Tu hijo vive. Este informe aumento la fe de este hombre y motivo a que toda aquella familia viniera al Señor.
Esta maravillosa obra de sanidad demuestran los dos factores que caracterizan los milagros de Jesús: el respondía a las necesidades humanas movido por un corazón lleno de amor compasión. Cada vez que el satisfacía una necesidad a través de algún milagro, el mismo servía para aumentar la fe de la gente para conducir a alguien a Dios, o por lo menos para darle a Dios la honra y la gloria.